Uno de los factores más importantes para tener uvas maduras que serán utilizadas para la producción de vino, sin duda es el clima. El mejor clima para que crezcan viñedos de calidad es el clima templado. La mezcla del calor y el frío ayudan en conjunto para que las uvas puedan tener una maduración sana y además pueda ser tierna o sensible. Cuando hace calor y el sol contribuye con sus rayos para que la planta del viñedo realice la muy conocida fotosíntesis, en la uva se produce la acumulación de azúcares, importantes para la graduación alcohólica del vino y su calidad final.
Como una fórmula química, a mayor aporte de los rayos del sol a las plantas verdes del viñedo, se podrán obtener uvas con mayor contenido de azúcares y menos ácido. Por consiguiente se tendrá una mejor concentración de alcohol en el vino. Es por eso que en climas más fríos, donde el aporte de rayos del sol en verano es menor, lo más normal es plantar variedades de uva blanca, buscando una mayor acidez en las uvas y por ello se producen vinos muy ácidos. En climas más templados, por el contrario, es más fácil encontrar variedades de uvas tintas, ya que en los vinos tintos no se busca tanto la acidez, sino más bien un buen contenido de alcohol, que se consigue con un mayor contenido de azúcar de la uva.
En el clima mediterráneo por ejemplo, se pueden obtener vinos blancos con deficiencia aromática y falta de acidez, un sabor no muy favorable para los que gustan de probar vinos. Pero así como el clima mediterráneo no contribuye con un buen vino blanco, si ayuda para que se obtenga una buena maduración de la uva. El clima atlántico, por el contrario, tiene un calor medio y por lo tanto las uvas no son muy ricas en azúcares, pero se complementan con polifenoles o el grupo de sustancias químicas que contribuyen al sabor del vino.
Sin duda el clima es un factor muy importante en la calidad del vino, y por este motivo, una misma variedad de uva, plantada en regiones distintas, puede dar vinos muy diferentes.